A pie de calle me preguntaba a mí misma por la sucesión de emociones por las que pasan los votantes, desde el inicio de una campaña política, hasta el conteo final en unas elecciones.

Les pregunté a algunas personas directamente fuera de un colegio electoral. Las respuestas más usuales iban desde el cansancio, los nervios, la incertidumbre, el miedo, la esperanza, hasta finalmente, la alegría y el anhelo por ver si el partido al que habían votado, cumplía con su compromiso de cristalizar las palabras de su programa, ejecutándolo con responsabilidad a lo largo de la legislatura.

Mi siguiente pregunta era: ¿Desde qué estado emocional hablan los dirigentes de cada partido político?

Ese estado interno emocional, propio y responsabilidad de cada individuo, tiene que ver con sus propios principios. ¿Sabe cada dirigente cuáles son sus principios esenciales? Y si la respuesta es «sí»… ¿En qué punto convergen con los del partido al que representa?

Resulta confuso tener una idea después de escuchar sus discursos. Yendo de un lado a otro en ideologías, lo que ayer se presentaba como ético, al día siguiente era deshonesto, del sentido al sinsentido, del acuerdo al desacuerdo…

Sin principios, poca sujeción tiene cualquier programa electoral o de cualquier naturaleza.

Leticia Morales